Un lugar donde todo es posible y la ilusión es el combustible...

jueves, 23 de septiembre de 2010

Miedo



"El miedo... ¿qué decir de él?", pensó Sally cuando Peter le preguntó al respecto.
"Puede ser tu peor enemigo si te supera pero hay que reconocer que sin miedo no hay emoción y nos puede desestabilizar si no estamos en nuestro mejor momento" , intervino Sally, a lo que Peter respondió: "Pero acompañado de curiosidad puede erradicarse. Nadie puede decir que no tenga miedos, pero sí que sienten curiosidad por saber qué hay detrás de ellos. Creo que es imprudente lanzarse al vacío, pero ¿qué te da miedo? ¿Por qué no vas a por lo que quieres si sabes que lo quieres? ¿A caso te aterra no saber qué te deparará el futuro? ¡Pues menuda chorrada!"

Sally se quedó pensativa unos segundos con su mirada clavada en la copa de vino que tenía entre las manos.

"¿Por qué es una chorrada que tenga miedo al futuro? ¿Por qué?  Si te soy sincera, lo que en realidad me asusta es el hecho de no poder controlarlo."

   Así anduvieron divagando sobre el miedo al futuro que Sally tenía; pero en realidad tenía miedo de equivocarse, de tomar el camino incorrecto... en definitiva: lo que temía en realidad era no alcanzar la felicidad.


Un buen dia, habiendo pasado semanas sobre aquella conversación se volvieron a ver nuevamente con un par de copas de vino a medio llenar como testigos.
La pregunta de Peter fue clara: "Qué, ¿cómo llevas tu miedo?" Y entonces Sally comenzó a exponer lo que su mente había ido disertando los días posteriores a la conversación:
"Lo cierto es que no ha desaparecido, pero he aprendido a vivir con él. Yo diría que hay una parte de mí que me dice que es incluso positivo, ¿sabes por qué? ¿Recuerdas aquello que me dijiste sobre que si sentía curiosidad llegaría a erradicarse? Pues no estoy de acuerdo del todo, pero he de reconocer que ese futuro que tanto me aterra me despierta unas ganas desbocadas de saber qué pasará y me sigue desestabilizando, pero el miedo y yo hemos aprendido a convivir.
Como bien dijiste, no me puedo lanzar al vacío pero no me asusta seguir adelante. Supongo que me dejaré llevar por lo que los acontecimientos me vayan deparando y disfrutaré de lo que en cada momento tenga. Estoy empezando a coger las riendas de mi vida y tengo que ir a por lo que quiero con o sin miedos."

   Sally, pasado el tiempo, descubrió que su vida iba mucho mejor dejándose llevar sin dejar, al mismo tiempo, de ser ella misma. Se dio cuenta de que la felicidad llega si sabes llamar a su puerta y que el miedo no era un defecto sino una de esas cosas que le dan emoción a la vida.

Si temes algo, es porque tienes miedo a perderlo.

martes, 21 de septiembre de 2010

Daniel, el desconocido borde







Una ducha, algo de espuma para el pelo, maquillaje, (y tras unas cuantas pruebas de vestuario) un modelito con sus más sexis Manolos, perfume, barra de labios y ¡a quemar la ciudad! 
   Jane caminaba como siempre con la cabeza bien alta y rumbo a una noche trascendente donde las haya. Le habían invitado a un nuevo local en la 7ª con la 32ª y 
Manhattan lucía tan mágica como de costumbre.
   
   Cuando llegó al lugar donde se esperaba a la gente más cool de toda Nueva York, se dio cuenta de que la fiesta era más selecta de lo que le hubiese gustado. No había prácticamente nadie y aquello paracía una reunión de veteranos de la II Guerra Mundial: los invitados no se movían ni para coger una copa de la mesa del cátering.
    Mientras esperaba a sus amigas, Jane abrió su bolso y extrajo de él su pitillera y un encendedor. Tan sólo había dado un par de caladas a su cigarrillo cuando un chico se le acercó y le dijo: "No sé cuánto tiempo llevas en Nueva York, pero tira eso ahora mismo si no quieres ir a la cárcel". (Jane sabía perfectamente que en Nueva York no está permitido fumar en ninguna parte exceptuando los espacios debidamente señalados para tal fin. Su problema es que le daba igual la ley antitabaco y él era un no-fumador que tan sólo queria advertirle de la prohibición.)
Entonces ella, mirándolo con bastante desprecio intervino: "Soy de Manhattan", al tiempo que tiraba el cigarrillo al suelo. Él lo pisó para apagarlo y le tendió la mano: "Perdone que no me haya presentado, mi nombre es Daniel y no me preocupa que vaya a la cárcel, me preocupa mi salud".
   En aquel momento Jane pudo haberse dado media vuelta y haberle dejado con la mano estirada por ser tan borde, pero decidió darle un voto de confianza precisamente por haber sido ella quién desafió primero con su mirada colmada de prepotencia.

   Y resultó ser un éxito: aquel cigarrillo que un tal "Daniel el desconocido borde" apagó bajo su pie no resultó ser el último que Jane fumó en su vida; pero gracias a lo que hablaron durante unos minutos en la fiesta más aburrida de toda Nueva York Jane recordaba aquella conversación cada vez que encendía un cigarrillo entre sus labios.
Daniel y Jane no volvieron a verse, pero ella agradeció haberse cruzado con alguien a quien, pese a todo, le debía más de lo que él podía imaginar: quizás gracias a él, algún día Jane dejaría de inhalar humo por "placer" para empezar a vivir...

jueves, 16 de septiembre de 2010

Sobre la tristeza


- Primera Sinfonía de Mahler, tercer movimiento.
Eso estaba sonando por la radio aquel dia. Se sucedían en su mente los capítulos más tormentosos de su vida, pero alguien le había dado a Rebeca la tercera lección sobre la tristeza unas semanas atrás.
- La primera lección la recibió de la vida
- La segunda se la dió Gustav Mahler
- Y la tercera... la aprendió de una sencilla composición surgida de una forma de ver el mundo diferente, de una mirada quizás algo desorientada pero sincera, de una humanidad extraordinaria...

   Esta es la lección que Rebeca había (sin saberlo hasta entonces) aprendido unos días antes:
Inevitablemente, con una obra cuyo nombre es "Sobre la tristeza" no pudo evitar pensar primeramente en la más absoluta de las desdichas; pero había algo más allá del significado del título en aquella música. Había sinceridad, vida, recuerdos e incluso una alegría implícita. ¡Sí! ¡Alegría! (Más tarde entenderán por qué)

   La sensación al escuchar Mahler siempre era melancólica, pero cada vez con unos sentimientos diferentes a la anterior. Pero aquella tarde no era una sensación de quebranto lo que notaba, porque la tercera lección había sido la más agradable de todas:
Rebeca se dio cuenta de que siempre es mejor hablar sobre la tristeza cuando se está bien y en ese momento, escuchando a Mahler, pensó que si alguien que aparentaba ser la alegría personificada le enseñó "Sobre la tristeza" era porque no pueden existir la una sin la otra.

   La tristeza y la alegría van de la mano. Si no hubiese momentos malos no apreciaríamos los buenos momentos y esa es una de las cosas que Rebeca había aprendido de alguien que no era consciente de haberle enseñado nada.