Un lugar donde todo es posible y la ilusión es el combustible...

lunes, 4 de abril de 2011

Una tarde en el MoMA


Hacía frío, tanto que en ocasiones pensábamos que teníamos cientos de punzones rozándonos la piel. No llegaban a hincarse, pero eran tan molestos que a duras penas nos dejaban avanzar atravesando el gélido viento. Nos abríamos paso entre la multitud esperando llegar a un gigantesco edificio que llamaría nuestra atención, pero no fue así. Obviamos que Nueva York está plagado de rascacielos y cuando empezamos a pensar que nos habíamos perdido lo vimos.
Era un edificio de proporciones muy reducidas en comparación con los colindantes y ahí estaba, justo a nuestras espaldas. Mientras hacíamos cola muchos de los que me acompañaban decidieron que era un plan demasiado aburrido como para criogenizarse en medio de la calle por gusto y pensaron que sería mucho más divertido visitar la tienda de Apple.... 
Así que allí nos quedamos Alicia y yo, de pie, esperando poder conseguir un par de tickets para la exposición de Tim Burton que tanta ilusión me hacía. Tuvimos suerte.
No sabría describir la sensación que tuve al entrar, lo cierto es que me sentí como una niña pequeña en Disneyland: había tanto que saborear y tan poco tiempo para degustarlo que no sabíamos muy bien por dónde empezar así que comencé por guardar mi arsenal de ropa de abrigo en la mochila y nos dispusimos a subir escaleras y a ver todo lo que nos diese tiempo antes de poder entrar a la hora programada a la exposición.
Mi amiga no tenía ni idea de arte, pero era una persona con inquietudes y lo que yo conocía al respecto no era demasiado, pero lo suficiente como para poder apreciar el resultado de horas de trabajo consciente (a diferencia de lo que muchos mortales creen).
Cada sala era un mundo diferente. Texturas, colores y gente conseguían de cada instante una atmósfera cambiante.... era sencillamente genial.

Al llegar a la última planta vi aquella voluta con las crines colgando.... sentí que estaba en casa, sentí que en alguna parte del mundo alguien que quizás no tuviese ni idea de música (al igual que yo de arte) había logrado que yo sintiera empatía por su obra... Lo cierto es que todavía no he conseguido encontrar la manera de explicar lo que allí sucedió.
Quizás tenga algo que ver que fue una de las mejores tardes de mi vida: la exposición de Tim Burton fue realmente memorable, pero no sentí esa conexión que un artista "X" despertó en mí y es lo que al fin y al cabo éste podía pretender; y eso que no todo el mundo puede decir que ha tenido a Eduardo Manostijeras a tamaño real a su lado...

...había tanto que saborear y tan poco tiempo para degustarlo que creo que más de un año después no lo he terminado de digerir. 
La tarde no pudo terminar mejor: vista nocturna de NY desde el Empire State, un buen chocolate caliente y a dormir.