Un lugar donde todo es posible y la ilusión es el combustible...

lunes, 24 de enero de 2011

Sin salida

He dejado de luchar.
Había olvidado el detalle de que cuando caes en arenas movedizas te hundes más rápidamente si intentas que eso no ocurra.

.... y estoy sola.
¿Llegará el momento en que alguien pase por delante y me tienda una rama?
Ya he perdido la esperanza, prefiero dejar que la tierra me trague.

Quizás sea mejor así, quizás el problema sea yo para las arenas movedizas y no al contrario, quizás sea más factible dejarme llevar por esa masa pantanosa........

Ojalá pudiera decir adiós, pero no tengo valor

Sólo queda esperar....


El dolor, la impotencia, los recuerdos..........

lunes, 17 de enero de 2011

Cordes


Para  FJAG


Laurent era un tipo corriente, risueño y soñador.
Alegre solía caminar por las calles de Cordes, un maravilloso pueblo del Tarn; y le apasionaba entrar al Museo del Azúcar cuando volvía de visitar a su amigo: el luthier Christian Urbita. Sin saber por qué se veía repitiendo ese trayecto una y otra vez, pisando los mismos adoquines, viendo los mismos escaparates...

Un día su amigo le estaba contando cuán fulgente era el firmamento en las noches de luna llena y fue hablando con él cuando Laurent se dio cuenta de que nunca había apreciado la paleta de colores que el cielo le brindaba.
Al salir del taller rumbo a su dulce destino sintió la necesidad de mirar arriba. Nunca lo había hecho y la primera señal de que no era una buena idea levantar la cabeza fue el tremendo chasquido que su cuello, agarrotado en demasía, perpetró. Tras el crujido vino la desesperación al observar los hilos que le sujetaban.
Laurent era una marioneta.
Comenzó a deshacerse de las cuerdas una a una, aún a sabiendas que iba a ser lo último que haría, pero necesitaba hacer por sí mismo una cosa en su vida, lo único que obraría sin orden externa.
Consiguió deshacerse de todos los hilos menos de uno, el que le sujetaba la mano derecha, la mano con la que se había arrancado el resto de su máquina locomotora. Estaba hecho un amasijo en el suelo: encogido y moribundo, pero la última atadura no la pudo soltar sin la ayuda de su titiritero.

Su vida había sido una farsa. Todo, absolutamente todo había estado manejado por un completo extraño al que no había visto jamás.

Para todo necesitó ayuda...  hasta para morir