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domingo, 7 de octubre de 2012

Un canario amarillo


Había una vez un niño llamado Carlos que jugaba a ser mayor. No tenía ni trenecito, ni tiempo para soñar con hacerlo funcionar.

Era un niño diferente en muchas cosas a los demás, pero algo tenía que le hacía sentir especial: su mejor amigo. Carlos aún no lo sabía, pero su sola existencia se quedaría grabada para siempre en sus recuerdos de infancia. El nombre de su mejor amigo no lo diré, porque no es necesario; sólo diré que era un canario. Sí, el niño tenía por mejor amigo al canario amarillo que vivía en casa de su abuela. 

Cada vez que visitaba a su abuela le daba un beso y como buen pequeñín de la casa se ponía a parlotear cosas que la mayoría de las veces resultaban bastante ingeniosas para un niño de su edad y despertaban en la abuela sorpresa, elogios y mimos constantes que le hacían sentir importante: Carlos era el rey de la casa.

Dejaba de parlotear justo cuando daba con la jaula del canario. Allí se quedaba absorto mirándolo, e intentaba llamar su atención haciendo gestos y ruiditos para ver si así conseguía que el pajarillo le saludara. Cuando por fin conseguía que le piase se sentía importante y el niño sabía que le había reconocido. Entonces empezaba a imitarlo: Carlos intentaba piar para comunicarse con el canario y estaba convencido de que ambos tenían profundas conversaciones.

Justo después como "niño mayor" que era, tenía una responsabilidad asumida: ponerle pan duro en la jaula. -"Abuela, no llego. ¿Me ayudas?"- decía Carlos hasta que empezó a crecer...

Después de un tiempo no era él el que necesitaba la  ayuda, pero la ley de la vida no perdona, se cumple a rajatabla y un día, la abuela murió.
La rabia, la pena y la impotencia lo tiñó todo de color negro y durante un largo período de tiempo Carlos, ya bien crecidito, no podía ver que no lo había perdido todo.

Siempre sería la persona importante que cuidó del canario; siempre sería el rey de la casa que se llevó todos los mimos; y aunque nunca tuvo un trenecito puede decir que tuvo una infancia feliz.