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domingo, 25 de marzo de 2012

La belleza


Había una vez una muchacha que cantaba como los ángeles. En el pueblo hacían cola bajo su ventana para oírla cantar todas las noches una preciosa canción a la luna que nadie más sabía interpretar. La canción decía así:

"Luna que con tu luz iluminas todo
desde las profundidades del cielo
y vagas por la superficie de la tierra
bañando con tu mirada el hogar de los hombres.
¡Luna, detente un momento
y dime dónde se encuentra mi amor!
Dile, luna plateada, 
que es mi brazo quien lo estrecha
para que se acuerde de mi 
al menos un instante.
¡Búscalo por el vasto mundo
y dile, dile que lo espero aquí!
Y si soy yo con quien su alma sueña
que este pensamiento lo despierte.
¡Luna, no te vayas! ¡No te vayas!"


La muchacha a la que todos envidiaban por su voz era sorda... ella misma no se podía escuchar. La belleza de su voz sólo era apreciada por los demás.
La gente le decía desde la calle que cantaba como los ángeles y aplaudían como locos pero ella no podía oír esos cumplidos, así que decidieron dejarle por escrito su agradecimiento por llenar las noches del pueblo de belleza en su más amplio significado. 
Cuando fueron dos representantes del pueblo a entregarle la carta tuvieron la suerte de verla: una delicada muchacha muy bonita, linda como una muñequita de porcelana les atendió. Llevaba un bastón y al lado suyo tenía una persona con una pequeña y extraña máquina de escribir....
También era ciega. Había perdido la vista en un incendio y sólo tenía para recordar la belleza del mundo su canción a la luna.
Tenía toda la belleza que cualquier humano podría desear, tanto en cuerpo como en alma y no podía disfrutar de ella, así que mandó un mensaje de vuelta al pueblo: 
"Vosotros que podéis disfrutar de la luna no esperéis a que esté nueva para admirarla y si podéis oír el canto de los pájaros no aguardéis a que hayan migrado para añorar su trinar. Recordad siempre que la belleza está donde vosotros queráis encontrarla."

lunes, 19 de marzo de 2012

Desagradecida

"Riiing riiiing riiiiiiiiing" Eran las 6 de la mañana y sonó el teléfono. Nadie contestó...

Hacía mucho tiempo que Monique ya no era la misma. ¿Cuándo sucedió? ¿Por qué empezó a cambiar? Antes cuando iba a la redacción de "Le Monde" donde trabajaba, todo el mundo le decía: "Bonjour Monique! Comment ça va?" con una sonrisa de oreja a oreja. Por todos era conocida como una mujer alegre y positiva; decían de ella que desprendía tanta luz como el sol del Mediterráneo, tan añorado en París.
Pero poco a poco empezó a tener gestos desagradables; y sin explicación alguna cada vez trataba peor a los que tenía más cerca. Se fue convirtiendo, muy paulatinamente en una borrasca feroz en unas ocasiones y simplemente fría y nublada en otras... El sol sencillamente, se apagó.
Un día estaba trabajando frente a su ordenador y al levantar la cabeza vio la redacción funcionando a una velocidad frenética a la que ella no podía engancharse, todo se le escapaba de las manos y ya no tenía hueco allí. No conocía a nadie y nadie parecía reconocerla tampoco: la gente la ignoraba . Se agobió. Salió corriendo dejando todo a medias y se fue a su casa.

¿Por qué? ¿Por qué había sido borrada de la faz de la tierra? ¿Quién había osado gastarle esa broma tan pesada? ¿Por qué tenía la sensación de que estaba sola, de que nadie la conocía, de que... no existía ya?
Era una desagradecida, ese era el principal problema. De la noche a la mañana dejó de dar las gracias, de sonreír, de brillar.... se veía mate, sosa, sin nada que destacase en ella como característica única. Ya no era alguien especial a quién poder tener la suerte de conocer; se había convertido en una influencia negativa para el estado anímico y las vibraciones de los demás.
Quizás se lo había ganado a pulso...
El problema era ella y decidió no hacer más mal a los demás... pensó que quizás lo mejor era sobrevivir sin hacer daño ni ruido. En casa no decepcionaría a nadie más.

Tuvo una última oportunidad de ser alguien normal y de volver a ser feliz... pero no cogió el teléfono.


lunes, 5 de marzo de 2012

La del nicho de al lado

Para los Chatas y los Talentos
y sobre todo para Paquita y para Pepe "el Ganga". 

"¡Anda leche, qué susto!... ya me están llamando desde el otro lado de la pared." Corría la década de los 60 y Carmen, la vecina de Magdalena la reclamaba para tomar el té.
Habían pasado años de penurias. La pobreza y el hambre habían dejado paso a una época de tranquilidad en un barrio nuevo, apartado de la ciudad y creado exclusivamente para realojar a personas sacadas de sus viviendas a la fuerza. Era un barrio humilde, de gente trabajadora y que quizás por sentirse tan despreciados y apartados se unieron como una familia. Eventos como Eurovisión se convertían en la excusa perfecta para sacar las sillas a la calle y ver uno de los acontecimientos del año en la que posiblemente era, la única televisión de todo el barrio.

Las familias de Carmen y Magdalena vivían allí, puerta con puerta y se juntaban con las amigas más allegadas a tomar el té que una vecina suya traía de Francia...
-"Se conoce que la gente que vive en el pueblo reniega de nosotros, como si fuésemos unos apestados. Tú te crees... con la de veces que he limpiado yo sus casas."
-"¡Más honradas somos nosotras que la fresca esa, la que se quedó viuda y se conoce que va de hombre en hombre sacándole las perricas a tós! Lo que pasa es que los ricos mandan."
-"Lo que es menester es que San Pedro haga justicia y no entienda de dineros a la hora de abrir las puertas..."
-"A verás cuando venga la Frasquita, nos tenemos que callar que como le dé el abolunto nos arrea un garrotazo por hablar así".
-"Bueno yo me voy ya, que mi marido está al caer. ¿Mañana me tocas a los tres cuartos pa las cinco?
-"En cuantico el té esté listo."
-"Con Dios."
-"Hasta mañana."
Tenían dinero para poco más que para vivir, pero hablar era gratis.

La vida les fue llevando por caminos distintos según pasaban las décadas y las familias aumentaban un poquito a cada año que pasaba; pero el vínculo casi familiar que les unía les obligaba a juntarse sobre todo en Nochebuena: a cantar los villancicos, a comer jamón y después los turrones... pero el mejor espectáculo era ir a la Misa de Gallo acompañando al ejército compuesto por tres y hasta cuatro generaciones de Chatarreros armados con panderetas, zambombas y botellas de anís. Todos ellos encabezados por Vicente y su guitarra.


Las puertas del cielo no tenían cabida esos días, pero poco a poco fueron faltando personas...
Y fíjense lo que son las paradojas de la vida: Carmen y Magdalena acabaron siendo vecinas también en el cementerio. No sabemos qué les depararía San Pedro, pero la muerte no entiende de clases y esas personas para las que trabajaban y que renegaban de ellas tenían su nicho preparado allí también.

Siempre llega, y a la hora de la verdad da igual lo que hayas tenido en vida, pues tú sólo te vas con lo puesto y a los tuyos les vale con lo que les enseñaste para superar el duelo.